Intento
contactar con los espíritus protectores. Cierro los ojos, visualizo. Existe un
bloqueo y urge reconexión.
¿Qué hacer?
¿Por qué hacerlo?
Necesito olvidar, recolocar y continuar con
mi «farsa interna».
Lanzo los dados sobre la cama y les hago
preguntas, como si ellos tuviesen las respuestas que busco. Calavera y martillo
es la mejor tirada. El resto no sirve de nada en estos momentos.
¿Qué hacer?
¿Para qué hacerlo?
Mis pensamientos están centralizados y no
logro sacarlos del maldito bucle en el que se encuentran. Sé que tengo las
herramientas necesarias, pero estoy atascado, desconectado de mí mismo. En otro
lugar.
Perdido en la cueva.
Con toda esa gente dando codazos.
Echo la vista atrás y reorganizo recuerdos.
Ya me pasó otras veces. Tuve una dolencia y no podía dejar de pensar en ella.
Tuve problemas y era incapaz de apartarlos de mi lado. Soy un esclavo de mis
emociones.
¿Qué hacer?
Los mensajes desaparecen en el firmamento.
Los gritos son absorbidos por la nada. Espanto. Risas histriónicas.
Resentimiento.
¿Por dónde van a venir las hostias?
¿Qué hacer cuando lleguen?
Quiero enderezar mi cuerpo y formalizar mi
nuevo y volátil estado. Abrazar a la persona elegida y perderme entre sus
besos. Hablar con todos esos amigos que rellenan el hueco que falta. Sonreír
para evitar el llanto. Respirar.
Reconectar.
Escribir.
Llevar mis ideas al abismo.
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