miércoles, 14 de octubre de 2015

Domador de falsedades





El látigo estalla y rompe el silencio.
Las insinceras alimañas retroceden.

El poeta eléctrico se encuentra en la grada,
también estoy yo, por supuesto.
Tú descansas en lo alto de la escalinata.

Estamos en el circo de la discordia:
La arena ensangrentada del terruño.

Los niños sujetan enormes palos
de nubes de azúcar color fuego.
Están todos muertos, son indoctos.
Aparentan viveza, alegría; todo falso.
Debido al vacío de su esclavo juicio
subsisten en estado de muerte cerebral.
Son zombis adictos al dulce: caídos.
Futuros adultos sin anhelos anárquicos.

El domador doblega a las bestias
sin que nadie sospeche del pacto.

Las falsías son así, y el poeta lo sabe.
Tú también deberías saberlo, ¿no…?






lunes, 12 de octubre de 2015

#contracampaña





Saco la cabeza por la ventana del motel, vomito y veo el cartel. Todo ocurre al mismo tiempo. La borrachera se sale de madre: me da vueltas la cabeza; los pensamientos no fluyen correctamente. Predomina la ira. Estoy fuera de lugar en todos los sentidos (ausente de la realidad). Contra todo pronóstico, veo con claridad ese cartel que cuelga de la farola más cercana, es cierto, una realidad, está ahí y no da vueltas. El busto de un tipo sonriente y trajeado se dibuja en la proclama. Se pueden leer unas siglas, no importa cuáles, y unas promesas ridículas. El color amarillo limón predomina. Hasta la corbata es de ese color. Son “basura amarillista”.
    La maldita campaña electoral ha comenzado.
    Me sienta peor ver esa cara que la botella de whisky que me he tomado. Es vomitivo, sobre todo por el gasto de dinero y el inútil despliegue de medios. Hoy mismo he estado en el ayuntamiento, para solicitar un trabajo o una ayuda, algo, y no tenían dinero ni para imprimir impresos (eso han dicho). La bolsa de empleo está paralizada por falta de medios, la basura se sale de los contenedores y los negocios pequeños caen en picado. Pero todo eso da igual, lo importante son los carteles, la campaña, difundir la mentira, envenenar a los más idiotas (no os sintáis heridos por mis palabras, sino por vuestros actos contra el ser humano).
    Entro en la habitación y siento un retortijón. Sudores fríos. Se me nubla la vista. Voy al baño a toda prisa y me siento en la taza. A los cinco segundos ya no queda nada dentro de mí, tan solo la desazón de haber visto la geta de un tramposo colgada de un báculo urbano, y lo que conlleva, por supuesto: diseño digital, imprenta, transporte, un camión con grúa, al menos dos operarios, almacenes, combustible y asesores por decenas. Tiro de la cadena (pulso el botón, más bien). No funciona. Vuelvo a la cama e intento dormir, pero me es imposible con ese putrefacto olor y el careto de ese tiparraco rondando por mi mente (careta, diría). Así que decido unir ambas partes. Saco la escobilla y uso el recipiente de la misma para meter las excreciones. Sé que da asco, lo sé, en serio, no soy una persona insensible. Solo digo que la cara de ese pipiolo del partido amarillo queda mejor así: maquillada de color marrón.
    Vuelvo a la cama y duermo. Ahora todo es más auténtico.




miércoles, 7 de octubre de 2015

Boca seca






¿El equilibrio? Una utopía; cuando lo consigo (porque lo suelo lograr con bastante frecuencia) empiezo a darme asco a mí mismo de una forma inevitable y confusa. Aparecen ciertas controversias: Si hago caso de lo que tengo alrededor (incluida la gente) me voy por la taza del váter; si me hago caso a mí mismo, me voy por la taza del váter; y si no hago caso a nada y a nadie y tiro de indiferencia, me voy por la taza del váter (eso es el equilibrio, irse por la taza del váter y ser redundante). Aun así, pese al viaje a través del alcantarillado, me considero una persona equilibrada (un masoquista). Todo el que me conoce, o cree conocerme, dice: “Joder, si es un tipo de lo más tranquilo; muy directo, dice siempre lo que piensa; parece exitoso; permanece impasible, no suele alegrarse en exceso, tampoco se entristece con las adversidades…”
    Soy tranquilo, no lo voy a discutir, quizás demasiado, y es cierto que no me exalto con facilidad, las alegrías y las penas se pelean entre sí en mi interior y me dejan en paz. ¿Digo todo lo que pienso? No necesariamente, y lo que es peor, no digo nada de lo que imagino. ¿Tengo éxito? Hasta cierto punto, si tenemos en cuenta que el éxito sobrevive gracias a la imaginación, cosa que no debemos olvidar (para los más puristas: proyecciones irreales), pues digo que conozco mis limitaciones, invento horizontes lejanos y me pongo metas inalcanzables que poder alcanzar. En resumen, mi éxito reside en pasar página (ignoro el dolor y la crítica). Pensamiento Zen.
    Todo este tostón que acabo de soltar tiene su origen en una averiguación reciente (propia, no científica, y existente), ligada a una pequeña molestia que sufro. Llevo meses con la boca y la garganta secas. Muy desagradable, por cierto, y vinculado directamente a callarse ciertas cosas pertenecientes al imaginario personal: ensoñaciones graciosas, irónicas y salvajes, dirigidas a personas concretas y muy complicadas de soltar debido a la sátira y la violencia implícita de las mismas. Sí amigos (y enemigos), callarse las cosas te puede hacer enfermar. Escuchar y ser el foco de un taladro continuo puede ser fatal si nos limitamos a decir que sí a todo y mover la cabeza como un robot programado para agradar.
    La insinceridad es un veneno mortal, y se está extendiendo. 



domingo, 4 de octubre de 2015

Irreverencias I (extraído de Plasma&pavura)



"...todos los días se levantan temprano, a excepción de algunos sábados y todos los domingos, preparan el desayuno para sus hijos, montan el cirio mañanero de la normalidad y acuden prestos a realizar sus tareas remuneradas, en la capital. Pasan veinticinco horas a la semana dentro del coche, cincuenta en el trabajo, cuarenta y nueve durmiendo o remoloneando en la cama, catorce en la cocina y cinco en el baño, más o menos. ¿Qué les queda? Veinticinco putrefactas horas de tedio y depresión; veinticinco horas para leer facturas, preparar listas de la compra y elegir el mejor colegio para sus inocentes retoños recién idiotizados; veinticinco horas para ver fútbol y beber cerveza de forma compulsiva; veinticinco horas de aplastante realidad muerta; veinticinco horas para enchufar sus cerebros a la caja tonta y desaparecer de la ecuación de la vida."




sábado, 3 de octubre de 2015

Irreverencias II (extraído de "Plasma&Pavura")




"¡Al infierno con las explicaciones! ¡Todavía no sabéis quién soy! Y dada la hora que es y lo que voy a hacer, incoherente y misterioso en todo su jodido esplendor, tampoco importa demasiado nada. En el mundo moderno solo se paga por los hechos, y eso es lo que ofrezco: efemérides enfermizas y enigmáticas."




viernes, 2 de octubre de 2015

Whisky nocturno







La racha actual raya lo humillante. Solo me queda la página en blanco y las letras que se esconden en mi cabeza. Es posible que, dejando a un lado el amor, no me quede mucho más. Eso convierte mi vida en una mentira, lo cual, me lleva a pensar que todo es una vulgar farsa para personas mediocres. Hasta el título de esta intrascendental ficción es una trampa de realidades falsas. De hecho, para no ir más lejos, en este instante no estoy tomando whisky, y ni siquiera es de noche.  Todo lo que escribo es una burla, una falacia, un burdo juego de palabras que me sirven de purga mental, o algo así…
    Puedo decir que son las tres de la madrugada y que encima de la mesa del salón hay una botella de Jack Daniel’s y un vaso gigantesco con un milímetro de whisky en su interior. Mentir es fácil, mucho más fácil que decir la verdad. Puedo decir que en el exterior llueve a mares y que se ha ido la luz (¿Se ha ido la luz? ¿Adónde? ¿Quién inventó esa expresión? Es ridícula). Puedo decir lo que me dé la gana y luego reírme de todos vosotros (en sentido figurado, claro). En la ficción puedo hacer lo deseado y lo no deseado; puedo haceros creer cualquier idiotez.
    Mi realidad es divergente. Vivo de día y no dejo de imaginar noches eternas, infiernos congelados y crisálidas capaces de destruir al ser humano. Cuando la noche avanza lo suficiente, recojo los bártulos y duermo. Suelo soñar con lugares iluminados, valles rebosantes de luz y praderas interminables. Mi subconsciente me traiciona, es antagónico a mis pretensiones. Es por su culpa que mis días sean “imaginar el horror”. Él causó mi defecto social, con su inconformismo onírico y sus ganas de verme feliz. Creó esos sueños maravillosos y no pensó que los odiaba con todas mis fuerzas. Por eso escribo barbaridades sangrientas, para contrarrestar; por eso soy capaz de ver la (cruda) realidad. Mi ser consciente no puede permitirse caer en la fragilidad de las ensoñaciones repletas de color, luz y animales amorosos. No. Porque luego viene la vida, con su monstruoso sacacorchos gigante, y te destroza las emociones. Puedes pensar lo que desees (sacacorchos sodomizador, muelle de las lamentaciones, descorchalmas). En mis pesadillas de luz y fantasía rosa, ese sacacorchos entra por mi cabeza y destapa mis ideas, que emergen de mi interior convertidas en gases púrpura. Cuando despierto solo quiero pensar en infiernos mugrientos y en desiertos desolados repletos de cactus y lagartijas marrones.
    Puedo decir muchas cosas. Verdades y mentiras. Quizás la mayor verdad es que soy un desecho social de calidad, y no miento. El ejemplo está en que no dejan de ofrecerme opciones que detesto. ¿Por qué? ¿Me han visto cara de idiota? ¿Tengo pinta de tolerar a los oportunistas sin escrúpulos? No, no soy uno de esos que saluda con la mano muerta. ¿Puedo decir que soy un idealista aferrado al concepto libertad? Sí, y seguramente estoy mintiendo al decirlo. Mentir es fácil, pero mentirse a uno mismo es una condena compleja. Por eso no acepto limosnas emocionales.
    Si quieres, puedes. El problema es “no querer”.

***

Estoy sentado en el escritorio. Fumo, bebo y digo palabrotas entre susurros. El mundo me da asco. Es tarde, las tres o las cuatro de la mañana. Mi estado es lamentable, cierta tristeza crónica sobrevuela la cumbre de mi pensamiento principal. Quiero y puedo, pero no me dejan. Estoy sentado en el escritorio, y lo seguiré estando hasta que muera, mintiendo, igual que ahora. 

***

Epílogo

“Qué bonito texto, con las flores y eso... Es precioso. Tiene tantas verdades emocionales. Belleza en estado puro…”
            Fdo: Esposa Irónica