sábado, 27 de diciembre de 2014

Noticias escabrosas del bosque





Hallan a dos elfos silvanos congelados a orillas del embalse de Valmayor. Al parecer, les perseguían dos conocidos orcos dedicados al tráfico ilegal de estupefacientes.

    Según indican algunas fuentes cercanas a las víctimas, sobre todo los gnomos (gente pequeña y cotilla), los elfos en cuestión no eran trigo limpio. La controversia empaña las sendas del bosque. Las veredas y los páramos no son seguros.


Raúl el gnomo: Iban todo el día por ahí, fumando marihuana, echando humo y comiendo frutos del bosque. Se mofaban de todo mundo. En una ocasión, uno de ellos me llamó excremento puntiagudo rojo.

Vicky, hembra de gnomo: También comían bollos mordidos de las papeleras, y culines de refresco. No me gusta esa gente.

Éscobas, elfo Silvano: Soy buen amigo de los padres de las víctimas, y solo puedo decir que eran buenos chicos. Siempre estaban de buen humor. Riendo a todas horas. Han tenido que ser esos pútridos orcos.

Éldelgas, elfo oscuro periférico: También le daban a la nariz… no sé si me entiendes. Parecían buenos chicos, pero me consta saber que cometieron algún que otro robo. Sí, les gustaba joder a los orcos, y perdonad por la expresión.


El Uruguayo, orco de gueto: Frecuentaban los burdeles de las ninfas y se iban sin pagar. Eran despreciables.

    Nadie tiene en cuenta a los elfos, pero algunos son malvados.

    Quieren hundir a la comunidad orca. No voy a decir que me alegre de la desgracia, pero no apena… no, eso no.


Bourbon, mago alcohólico: Iban tan colocados que se quedaron tiesos. Congelados por idiotas.

    Aquellos orcos solo querían su dinero… no son unos asesinos.


Árindel, elfa adolescente: Los orcos nos ponen las drogas en las narices. Buscan nuestro dinero. Quieren engordar las arcas del gueto.

    Eran buenos chicos. No les conocía bien, pero estoy segura de que se ha cometido un crimen.





viernes, 26 de diciembre de 2014

Fuera de honda





     –Doctor, he perdido un poco el norte.
     –No está usted en objetos perdidos, lo siento –contesta el doctor.
     –Me siento perdido en estas fechas tan señaladas.
     –Rectificaré entonces, está usted en objetos perdidos, vagando como un regalo de navidad en un limbo de arbolitos iluminados. Entiendo.
     –No me gustan las fiestas.
     –Está en objetos perdidos y no le gustan las fiestas. Bien. Me lo apunto –el Dr. Irreverente era insaciable.
     –Necesito ayuda doctor.
     –Todos necesitamos ayuda.
     –¿Qué puedo hacer?
     –Olvide el norte, vaya usted al sur y camine sobre las aguas de la indiferencia global. Procure disfrutar de los días. Sonría. Hacer de vientre por la mañana es importante. Y… sobre todo… cierre al salir. Buenas tardes.

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Un pedacito de "Basura no compartida".



El cigarrillo humeaba frente a la inmensidad de la noche. Yo, por el contrario, estaba perdido en el interior de una borrachera que tocaba a su fin, tumbado en las escaleras exteriores de aquel hotel de mala muerte. La visión era dantesca: una piscina vacía –utilizada de vertedero– , un patio descompuesto y una fachada desconchada, a la cual, le fallaban los neones de la vocales –se leía  H T L, en rojo burdel–. La calle en la que estaba ubicado, formaba parte de una zona de prostitución y venta de drogas, situada en los barrios bajos de la gran ciudad –un Madrid roto por la crisis y la deshumanización–. En mi antigua vida jamás hubiese pasado por allí, sin embargo, en aquéllos días era mi casa. Una jodida, maloliente y  mal configurada habitación de hotel barriobajero era mi agrio hogar caducado; suerte la mía. Tan solo necesitaba un portátil, tiempo y ciento cincuenta euros al mes, que era el ínfimo precio que tenía que pagar por la putrefacta habitación.  Mendigaba con textos y poemas que me compraban por la calle y en los mercadillos callejeros, aunque de vez en cuando tenía que hacer algún trabajillo para Willy. Intentaba publicar de un modo sumergido, pero,  ¿Quién puede comer migajas?; al margen quedaron mis días de novelista exitoso, y tras la cortina de vacío, quedó mi empleo de cronista en el periódico de cuyo nombre no quiero acordarme. Mi vida se transformó hasta cambiar el significado de los términos, lo que antes era “fama”, dinero y gloria, se había convertido en una simple vida que flotaba entre la basura y la risa fácil.

Ángulos cómodos





Las sombrías escaleras
que unen el edificio
son el verdadero reducto
de las mentes rotas.
No milita la honestidad
en el club de cristal
donde paso las horas.
Solo allí, en el ángulo
etéreo de los escalones,
encuentro el camino. 



Confusión histórica II

     Jesucristo estaba en la plaza del pueblo. Judas se hallaba a su lado.
     -Judas, ¿te vienes a mi última cena?
     -¿Maestro, qué cena?
     -La de mi berenjena...
     Jesús ya sabía que su discípulo le había traicionado. Era evidente.

Testimonio del bosque





Me llamo Peluchín, y soy un oso pardo de cuatrocientos kilos de peso, ahí es nada, chavales y chavalas. Tengo unas garras increíbles, eficaces y fatales. Soy una bestia salvaje. Sí, en efecto, soy un arma mortal. Pero, ¿me veis por ahí matando a montañeros o comiendo bebés humanos o masacrando grupos de ciclistas o partiendo por la mitad a esquiadores despistados? No, ¿verdad? ¿Sabéis por qué? Porque no soy un jodido psicópata (solo a veces, la época de apareamiento es muy mala). No pertenezco a la familia de osos que ayudaron a Eliseo (asesinos a sueldo bíblicos). Vivo mi vida. No soy un oso estadounidense de esos que va rebuscando en los contenedores de los pueblos, o robando la comida de los campistas. Vivo mi vida sin joder nadie, y reciclo, que lo sepáis (ja, ja, ja). Lo de reciclar es una forma de hablar, la basura que genero es orgánica.



Pues eso: si me veis en la oscuridad del bosque, no corráis… (ja, ja, ja… mejor corred).