viernes, 14 de noviembre de 2014

Noticias de la sierra



Dos investigadores, ambos en paro, encuentran una seta duplex en Galapagar preparado para el fornicio con ninfas, propiedad del mismísimo Papá Pitufo.
La comunidad pitufa no da crédito. Al parecer, el conocido alcalde sacó dinero de los fondos AntiGárgamel y se los gastó en fabricarse el setazo de lujo, un lugar íntimo donde poder practicar sexo consentido con las prostitutas del bosque (conocidas como ninfas).

Teletipos salvajes

El Yeti madrileño se queja, mediante una carta anónima, en un conocido periódico:
"La subida de la tasa de paro me ha perjudicado de forma exasperante. Hoy por hoy, la montaña está llena de campistas de lunes a domingo. No se puede soportar. Necesito salir de la cueva"
Su enfado es monumental.
"Me gustaria ser un pájaro, sueño con serlo. A veces me imagino sobrevolando picnic y cagando encima de apetitosas meriendas familiares. Debe ser la ansiedad, que me turbia la mente"

Firma como: Anónimo Peludo Gigante.

Noticias de la sierra



Dos apacibles trols, amigos desde la infancia, han sido detenidos por las fuerzas del envalse de Valmayor esta madrugada. Al parecer, ambos en estado de embriaguez, involuntariamente han ingerido setas con GNOMOS dentro.
Se les acusa de homicidio involuntario.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Juzgado 37





El ascensor metálico es una caja de espejos inanimados, un juguete en manos de un ordenador central. Se siente la irrealidad en su interior. Marco el número diez, el infierno más alto, y subo sin darme cuenta.

Ellos van de traje y corbata, algunos se creen dioses; ellas se camuflan de otra manera, tienen más libertad, o eso piensan. Sinceramente, bajo mi corrosivo filtro,  no creo que muchos de los presentes se sientan cómodos con sus roles. Es sus caras se lee la falta de ganas. Es un poco decadente, se lo toman como si fuese un juego.

El pasillo está lleno de puertas y pequeños recibidores. Cientos de personas se agolpan como ciervos salvajes. Me paro en el descansillo 37, miro al abogado que cubre mis espaldas y nos reímos de la realidad. Él no es como el resto, es un resto, un retal sobrante, una página en blanco. Es mi reflejo legal.  

El dinero se transforma en perdón, y el perdón en una burda trampa gubernamental. Da asco, lo sé. El sistema está tan podrido que incluso la salvación huele a estiércol. Por suerte, las conversaciones absurdas dan por fin sus frutos.

Un abogado de marca registrada me chequea. “No me leas si no quieres, títere”, le digo en tono suave y sin venir a cuento. Es evidente que el tipo no sabe de lo que hablo, pero me da igual. “No escribo para ser entendido, sino todo lo contrario, busco descartar lectores”, vuelvo a decir antes de girarme por completo.

Casi todos los presentes parecen gacelas vírgenes en busca apareamiento: unos buscan el premio del placer y otros, simplemente quieren joder.

En la calle llueve. Lleva días lloviendo. Es la una del mediodía. Mi defensor quiere celebrar la victoria tomando una cerveza, y yo nunca hago ascos a una cerveza. Está decidido, nos tomaremos una cerveza, o dos.

Ahora ya no soy un supervillano, han borrado mi expediente y parte del pasado. Solo los jueces pueden modificar los acontecimientos, al menos, eso se creen. Desde hoy vuelvo a ser un héroe maldito, al menos, eso me creo.

Aquellos que resisten, ganan.



Tres Ochos: pedacitos de infierno



Un cenicero vacío.
Gaudeamus, el sendero que conduce al fondo de la última copa.
Irreverenciados en el ocaso (Dr. Irreverente colección. XXº)


Vuelvo a pensar en el humo, todo se parece a lo de antes; las ratas me susurran al oído, los niños se drogan, las viejas sonríen mientras observan sus braseros de picón y las manchas de la pared parecen caras opacas. Mundos imposibles.

Observo mi entorno y me doy cuenta de que llevo años dando vueltas en círculo. Piso el suelo metálico de un cenicero vacío y redondo, así de simple. Alguien limpió y se fue. Ya no hay rastro de la fiesta.

Pasé por aquí hace tiempo, pero el espectáculo ha mutado, todo lo acontecido ha servido de masacre emocional y se ha volatilizado. El sendero nace en un manantial de lágrimas negras y muere en un cenizal.

A veces no siento estar en el mundo normal, creo vivir en un lugar de fantasía cruenta, de oscuridad luminosa. Observo los rostros y veo más allá. No sé qué piensan sobre mí, pero en ciertas ocasiones las sacudidas intelectuales me avisan del peligro: no soy bien recibido en ciertas mentes, lo sé, aunque eso no quita adhesión al asunto, simplemente le unta un poco de animadversión tempestuosa.

Soy como el moho verdoso del pan. Soy ceniza volátil y apestosa.

Camino por la capital, hago acopio de cierta arrogancia y avanzo. Es temprano, quizás demasiado, aunque no es importante para mí, pues me gusta sentir el azote de la madrugada. Las camareras  están sacando las sillas que ocuparán la sombra diurna. Al fondo de la calle hay un bar abierto, diría que no cerró en toda la noche. Sobre una de las mesas hay un cenicero vacío. Todo está hecho un verdadero asco, todo menos el cenicero virgen.

Una alcantarilla se abre frente a mis ojos. Dos ratas hablan y mascan cables. Las muy putas sonríen mientras vigilan la entrada del cosmos subyacente. Enciendo un cigarro y carcajeo. No lo puedo evitar, necesito saltar al interior del húmedo laberinto.  

Escucho las voces de la realidad. Ahora lo sé, conozco la verdad. Muchos ríen cuando necesitan morder.

El agua estancada de la ciudad, alcantarilla social. La suciedad engendra vida bajo el asfalto.

Necesito respirar y dejar a un lado a todos esos tipos infectos y presuntuosos. La noche me aporta el abrigo necesario. No tengo miedo de perder nada. La tormenta alimenta mis emociones fangosas.

El sendero que conduce al fondo de la última copa  –quitapenas eterno–, el santo grial de las nuevas estaciones. Asomo la cabeza por el borde y me dejo caer. Gaudeamus.

Los pájaros empiezan sus matracas vespertinas. Sale el sol luciendo resaca primaveral. Nada parece anómalo.

Brilla por su ausencia el hilo musical subversivo, pero eso no debe importar, la mentira es un arma de doble filo.

Surrealismo subjetivo